Aflatoxinas en el ganado lechero

 Mariana Barragán Arrañaga

Celtic Holland División México S.A. de C.V.

Las aflatoxinas (AFL) son metabolitos tóxicos producidos por hongos, que de ser ingeridos, provocan una respuesta tóxica. Los hongos del género Aspergillus particularmente A. flavus y A. parasiticus, son los que producen mayores cantidades de  esta toxina y contaminan los alimentos humanos y animales a través del crecimiento de hongos antes y durante la cosecha, o bien cuando el almacenamiento es inadecuado. 

En humanos, la ingesta directa de productos agrícolas contaminados (maíz, cereales, frutos, etc.) o indirectamente (productos de origen animal) tiene efectos perjudiciales en la salud, provocando efectos tóxicos carcinogénicos, hepatotóxicos, nefrotóxicos, trastornos reproductivos, inmunosupresión e irritación dérmica (Anfossi et al., 2010).

Entre las AF (B1, B2, G1 y G2), AFB1 es la que se encuentra con mayor frecuencia en los alimentos y se considera el compuesto más tóxico producido por estos hongos. La vaca al ingerir alimento contaminado con AFB1, en el hígado se biotransforma por el citocromo p450 microsomal en su metabolito hidroxilado, la aflatoxina M1, que es excretada por la leche, convirtiéndose en un riesgo para la salud humana.

La contaminación de la leche y la contaminación de micotoxinas en animales no son solo un problema de salud humana, sino que también causan pérdidas económicas a los agricultores debido a los efectos de las micotoxinas que causan baja productividad animal (Bryden, 2012).

Guthrie (1979) en su estudio, relata que cuando el ganado lechero lactante en una granja se alimentaba con una dieta que contenía 20 mg / kg de AF, su eficiencia reproductiva disminuyó, y cuando estos bovinos fueron alimentados con piensos no contaminados con AF, su producción de leche aumentó en un 25%. 

La Unión Europea establece que el límite máximo de residuos para la AFM1 de 0.05 µg/kg en leche fluida. Los Estados Unidos mediante los lineamientos de la FDA establece que las concentraciones de AFM1 no deben exceder los 0.5 µg / kg. En México las normas NMX-F-700-COFOCALEC-2004 y NOM-243-SSA1-2010, para leche cruda y pasteurizada respectivamente, de igual forma especifican el límite máximo de 0.5 µg/L.

Un estudio realizado en México sonde se colectaron 84 muestras de leche y mediante el análisis de ELISA, se obtuvo que el 40% de las muestras se encontraban por arriba del criterio de la NOM-243-SSA1-2010, existiendo una clara presencia de AFM1  en la leche líquida (pasteurizada y UHT) (Quevedo-Garza, 2014). 

Otra investigación en México, colecto 40 muestras de leche cruda de diferentes hatos, de las cuales 80% de ellas mostraron contaminación por AFM1, detectándose valores en un rango de 0.006 a 0.065 µg /L, con valores promedio de 0.023 µg /L.

Una estrategia práctica para prevenir la aflatoxicosis en animales y para evitar los residuos de aflatoxinas en los alimentos, es la adición de adsorbentes no nutritivos en el alimento, los cuales se unen a las aflatoxinas en el tracto gastrointestinal y reducen su biodisponibilidad y distribución en la sangre, hígado y otros órganos. Se han realizado numerosos estudios de adsorción in vitro, incluso con fluido ruminal (Spotti et al., 2016) , sin embargo, los adsorbentes deben ser evaluados in vivo para establecer la eficacia de la utilización de animales. 

Hasta el momento son pocos los estudios sobre la eficiencia de los diferentes adsorbentes en vacas lecheras, a diferencia de los realizados en otras especies animales. Los estudios in vivo mostraron que la adición de aluminosilicatos, o glucomananos de paredes celulares de Saccharomyces cerevisiae en el alimento de vacas y cabras productoras de leche expuestas a AFB1, disminuyeron los niveles de AFM1 en la leche (Díaz et al., 2004).

En resumen, existen dos vías para prevenir los efectos adversos de las AF: el de evitar que nuestras vacas consuman alimentos contaminados, o la del uso de secuestrantes o detoxificantes que desactivan el poder tóxico de las AF de forma natural en el sistema digestivo del animal y que son dosificados en la ración alimenticia.

En el primer caso, son indispensables las buenas prácticas agronómicas: técnica de ensilado, tratamientos antifúngicos durante el almacenamiento, etc. No obstante y según los expertos, el uso de secuestrantes o detoxificantes de micotoxinas ha resultado la medida más práctica y casi indispensable en el manejo de las explotaciones ganaderas modernas, ya que resulta casi imposible asegurarse de que en una ración no existirán estos contaminantes.